A veces, la vida nos lleva a compartir pequeños espacios con personas que encontramos atractivas, como en un ascensor o ante la máquina de café de la oficina. Un contexto en el que podemos hacer dos cosas: ponernos nerviosos y mirar al suelo, o intentar sacar partido de la situación que el destino nos ha dispuesto. La experiencia nos dice que el sexo masculino es especialmente desafortunado a la hora de comenzar conversaciones, así que debemos aprender unos trucos para poner solución a tal problema.
Un estudio realizado por Chris Bale en la Universidad Central de Lancashire señalaba que dependiendo de la manera en la que entablamos contacto con nuestro objetivo, así se desarrollará nuestra relación con el. Son cuatro las fórmulas posibles: la del colegueo, la basada en cumplidos y piropos, la que directamente realiza sugerencias sexuales y el humor. Las mujeres prefieren esta última y los hombres la relacionada con el sexo, que raramente suele funcionar.
Dado que en este tipo de situaciones no tenemos mucha información de la otra persona, sólo podemos aventurarnos en lo desconocido. De las reacciones de nuestra interlocutora dependerá nuestra intervención y cómo la orientamos: debemos tener siempre presente que el fracaso es una posibilidad real. Pero hay que darse prisa: el tercer piso se encuentra muy cerca, y quizá no nos volvamos a encontrar con una oportunidad así.
1. Da los buenos días
La educación y la cortesía son algo bien valorado en casi todas las situaciones. Así que no es un mal comienzo saludar con un sencillo “hola” o un “buenos días” a aquella persona con la que vamos a compartir el próximo medio minuto, pues rompe el hielo sin resultar intrusivo.
2. Plantea una pregunta abierta
Los expertos dicen que una vez se consigue superar victoriosamente los primeros diez segundos de conversación, los más complicados, la mayor parte del trabajo está hecho. Y la mejor forma de conseguirlo es planteando una pregunta abierta que dé pie a prolongar la conversación. Es decir, quedan excluidas las cuestiones que se puedan responder con un “sí” o un “no”, como “¿vienes mucho por aquí?” o “¿te bajas en esta planta?”.
3. Piropea algo que esté al nivel de tu mirada
Encontrarse en un espacio reducido provoca que, forzosamente, nuestro campo visual sea limitado. Referirnos a, por ejemplo, la belleza de su cinturón o su collar, sólo puede indicar una cosa: que hemos desviado la vista hacia zonas peligrosas. También debemos tener presente que las mujeres reciben un gran número de elogios al día, especialmente en lo referente a su apariencia física, así que intentemos ser originales.
4. ¿Sabes si…?
El hecho de encontrarse en un ascensor propicia una solidaridad insospechada entre dos desconocidos: comparten un espacio limitado, y con él, un marco físico común, como el lugar de trabajo, el transporte o las tiendas y restaurantes cercanos. Preguntarle por alguno de estos aspectos (como “¿cuál es la mejor forma para llegar al centro desde aquí?”), en primer lugar, indica que te interesa su opinión y que valoras su criterio, y en segundo lugar, puede derivar en interesantes ofrecimientos (“si quieres, te acompaño y te lo muestro”). No se trata de comprometer a la otra persona con un favor importante, sino de dar pie a un enriquecedor intercambio de información.
5. Cruza tu mirada con la suya, pero no mucho tiempo
Establecer un breve y cordial contacto visual suele hacer a los demás más confortables con la situación, incluso en espacios tan reducidos, pues es la forma más rápida de reconocer su presencia. Con una salvedad: aguantar la mirada más de cuatro segundos es demasiado y provoca que crucemos la línea que separa la cortesía del acoso. Y, por supuesto, mirar fijamente a la otra persona nunca resulta aceptable.
6. Utiliza el humor
De entre todas las experiencias que puede llevar a cabo el hombre moderno, compartir el ascensor con una persona de diferente sexo es una de las más violentas. Una broma a tiempo o un comentario irónico sirven para aliviar la tensión y que la otra persona comprenda que no tiene por qué incomodarse.
7. Diferénciate
Hacer bromas, elogiar a la otra persona y sonreír son buenas estrategias… Pero tan obvias, que probablemente el 99% de los hombres con los que tu partenairedel ascensor haya compartido esa situación hayan recurrido a ello. Así que innova: no sonrías, ni hagas chistes, ni alabes por enésima vez el corte de pelo de tu compañera. Por el contrario, improvisa un monólogo o hazte el listo. Lo peor que puede ocurrir es que la asustes.
8. Muestra tu conciencia de la situación
Ligar es uno de los actos más ritualizados de la vida, y por lo tanto, uno de los que resultan más convencionales. En ocasiones, lo más sincero es no dar ningún rodeo ni intentar ser ingenioso, sino simplemente hacer saber a la otra persona que tienes interés en ella. Es muy probable que no funcione, pero si lo hace, habrás ahorrado tiempo y esfuerzo.
9. Pedir el teléfono demasiado pronto
La mayor parte de las mujeres consideran que la intimidad que uno puede adquirir entre los pisos dos y cinco de un edificio de apartamentos puede no ser la suficiente para darte su número de teléfono, así que si no toma ella la iniciativa, quizá sea preferible no insistir. Esto se puede aplicar a otras posibles confianzas que nos podamos tomar con precipitación.
10. Saber cuándo terminar
No por mucho insistir se van a conseguir más resultados, sino que por el contrario puede hacer la situación más incómoda, aún más teniendo en cuenta que nos encontramos en un contexto en el que la huida es complicada. La noción de que la insistencia es la clave de la victoria, no funciona en este caso: una retirada a tiempo es preferible a una batalla perdida.
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