La Policía japonesa cerró una red de burdeles ilegales en Tokio para la gente de avanzada edad. Entre las prostitutas arrestadas la más joven tiene 40 años, mientras que la más anciana es de 98 años y se dedica a este trabajo desde la Segunda Guerra Mundial.
Calculan que a lo largo de los últimos dos años la propietaria de los burdeles, Risako Yokota, de 53 años, ganó unos 520.000 dólares gracias a su negocio.
La ley nipona prohíbe la prostitución que se entiende como "relación sexual a cambio de dinero", pero sí permite una industria del sexo (consideran relación sexual siempre que haya coito). Para permanecer dentro de la legalidad, los burdeles japoneses suelen ofrecer servicios no coitales, por ejemplo sexo oral.
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