CARACAS, Venezuela (AP) — Es un sitio humilde, enclavado en una ruidosa calle de un barrio pobre de Caracas que mira por lo alto al palacio presidencial de Venezuela y más allá, a la altísima montaña Ávila.
Esta capilla del pueblo, cuyo nombre "Santo Hugo Chávez del 23" está escrito con pintura blanca en la entrada, ha sido visitada por decenas de miles de venezolanos para rendir homenaje al que fue presidente para unos y "santo" para otros.
Debajo de un sencillo techo de lámina, hay girasoles, veladoras, gotas de cera seca que son el testimonio de todos los que han venido desde que Chávez murió de cáncer el 5 de marzo. Todavía vienen al barrio 23 de Enero, a sólo unos pasos de las barracas que utilizó el joven Chávez, entonces comandante del batallón de paracaidistas, en un fallido golpe de Estado el 4 de febrero de 1992.
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