No es para nada una historia de película... Porque todas en alguna ocasión nos hemos enganchado de un amigo nuestro. Suele ocurrir, sobre todo, con nuestro mejor amigo. E incluso pueden ser ellos los que se queden eclipsados por ti. Hay tantas posibilidades que solo podemos hacer una cosa: confirmarlo.
Las miradas, los besos, los roces o las conversaciones a las tantas de la madrugada con tu mejor amigo pueden acelerar reacciones químicas que desencadenen en sentimientos.
Sensaciones de aprecio y de cariño que se pueden convertir en amor por parte de uno de los dos miembros. Puede que sientes feeling hacia él, puede que empiece gustándote, puede que sea tan irresistible que no puedas parar de mirarlo…
Y lo peor, o mejor según cómo se mire, es que puede que termines enamorándote de él. Todo sería genial si él sintiese lo mismo que sientes tú. Lo que ocurre en estos casos es que no siempre es así.
La situación más idílica es esta. Que los dos sintáis tanto aprecio por el otro que os terminéis prendando el uno del otro. Imagínate que los sentimientos de amistad vayan más allá. Y se conviertan en un vínculo entre dos personas muy serio y muy fuerte.
Y la verdad es que tampoco hay que imaginar tanto porque a todas nos ha pasado. Todas nos hemos llevado más de un desengaño amoroso por vernos dentro de esta situación. Por ello en Nosotras queremos descifrar cuáles son las claves para que esto ocurra y qué opciones tenemos cuando nos enamoramos de nuestro mejor amigo.
¿Crees que vale la pena dejar de lado la amistad? ¿Cuál es el mejor momento de confesarlo? ¿Sentirá él lo mismo? ¿Será una circunstancia tan extrema que no os permitirá salvar vuestra amistad?
Puede que suene demasiado fuerte. Pero riesgo lo hay. En prácticamente todas las situaciones amorosas el riesgo es un actor importante? Pero si conseguís echar para adelante, este mismo riesgo os unirá todavía más.
Hasta que uno de los dos no se abra y confiese sus sentimientos no podrás saber nada de nda. Así que todo está en tu mano. Tú decides si prefieres creer el dicho de: mejor malo conocido que bueno por conocer. O, por el contrario, experimentar el riesgo en primera persona.
De lo que no hay duda es que si eres de las afortunadas, la relación de tu amigo como tu chico tampoco tiene por qué salir bien… Pero, ya sabes, quien no arriesga, no gana.
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