El consumo de pescado reduce el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares gracias a su riqueza en ácidos grasos Omega-3.
Las personas que ingieren pescado dos o tres veces a la semana tienen un 30% menos de infartos; además, entre los consumidores de pescado se ha observado recientemente un 25% menos de mortalidad por cualquier enfermedad, según varios trabajos de la Universidad de Harvard. El estudio se llevó a cabo durante 30 años y evidencia que los hombres que comían 240 g o más de pescado a la semana tenían prácticamente la mitad de riesgo de sufrir un ataque cardíaco que los que no comían nada. El agente protector es el llamado “colesterol bueno”, que se incrementa por los ácidos grasos del pescado.
No en vano –señala el endocrinólogo Aniceto Charro–, “los españoles más longevos son los gallegos, y a nivel internacional los japoneses”. Japón es el país del mundo donde más pescado se consume; y en segundo lugar está España. “La incidencia de infartos y de arritmias también es menor entre los que incluyen el pescado en su dieta, así como de los cánceres de riñón, colon y próstata”, afirma, y especifica que “los consumidores de pescado tienen tres veces menos cáncer de próstata”. Y es que la vitamina B, los ácidos grasos Omega-3 y el yodo son tres componentes de la dieta muy beneficiosos.
Fresco o congelado
Si está bien tratado y no se rompe la cadena de frío, el pescado fresco y el congelado tienen el mismo valor nutricional. El fresco, si no es de piscifactoría, puede ofrecer más sabor; el congelado, por su parte, puede ofrecer una mayor garantía frente al anisakis. De los pescados ahumados no se debe abusar, ni de los que se conservan en salazón. Pero esto no quiere decir que haya que proscribirlos. Unas buenas anchoas, unos tacos de salmón, de trucha o de anguila ahumados son una delicia gastronómica.
Dieta mediterránea
En los últimos años se ha demostrado que este tipo de dieta reduce la incidencia de otras patologías como la diabetes, por su riqueza en carbohidratos complejos y en aceite de oliva, que mejoran los niveles de glucosa, la resistencia a la insulina y el perfil de grasas; el cáncer de colon es otra de las patologías que tiene menor incidencia gracias al consumo de aceite de oliva y grasas derivadas de aceites procedentes del pescado (Omega-3), antioxidantes y fitoesteroles; y el cáncer de mama, por el consumo de grasas monoinsaturadas.
Dieta atlántica
Hace relativamente poco que se ha empezado a hablar de la dieta atlántica, menos conocida que la mediterránea, pero que sigue un patrón de alimentación igual de saludable. Es más, estudios recientes citados por el doctor Charro avalan su valor preventivo. Además de prevenir problemas cardíacos y metabólicos, y algunos tipos de cáncer, tiene influencia positiva en el desarrollo de los recién nacidos. Aunque menos divulgada, esta dieta tiene muchos rasgos en común con la mediterránea. También incluye abundancia de patatas y aceite de oliva, así como de mariscos. En la zona atlántica hay un consumo controlado y moderado de frutos secos, pan y cereales. El consumo de carne roja y lácteos no es muy abundante. Tampoco hay un consumo excesivo de fruta y verdura. Hay un consumo bajo de quesos, y en cuanto a las bebidas alcohólicas, destaca el vino blanco.
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